I'm Alive
Este otoño no ha sido de lo más productivo que digamos, o quizás no haya
sabido sacarle el provecho que merece a cada uno de los días que han pasado
desde...ya no sé ni cuándo. Es mundialmente conocido el síndrome que sufrimos
prácticamente todos los seres humanos en cuanto debemos acabar algo o,
sencillamente, "ponernos a ello". Se nos da muy bien comenzar,
pero sólo el universo sabe cuánto tardamos en dar fin a lo que comenzamos, y
que cualquier cosa es excusa suficiente para dejar de hacer lo que debemos
estar haciendo en lugar de lo que en realidad estamos haciendo. En mi
caso, terminar un libro que comencé hace cuatro meses y que pretendo publicar
en diciembre.
Lo nuevo va a molar
Está mal que yo lo diga, pero es cierto.
Claro que eso será cuando me ponga manos a la obra y me aísle del
universo para acabarlo y hacer honor al oficio de escritor, el cual tengo el
honor de tratar de representar buenamente.
Y bueno ¿quién no ha hecho uso de google como si de su médico
de cabecera se tratase?
Pues al igual que un paranoide con ansiedad, busqué en internet los mil y
un consejos sobre el buen arte de escribir, sin darme cuenta que con ello
estaba incumpliendo la primera de las leyes: aleja internet de tu vida.
"Internet, no quiero ser malagradecida con todo aquello que me has
proporcionado a lo largo y ancho de mi vida, pero eres probablemente mi mayor
enemigo en la actualidad. He dicho."
Existen incluso estudios sobre este problema mayúsculo; sin duda, el talón
de Aquiles del escritor moderno es:
- Internet
- Estar demasiado cansado
- Tus seres queridos
- Picar algo
- Tu trabajo (decía trabajo
real, pero no considero que escribir sea algo tan secundario o irreal como
para considerarlo un mero hobby)
- Tu mascota
- El sexo
Hay quienes "sufren" de todos los "males" que se
enumeran arriba; a estos los llamo "personas normales y corrientes que
pueden disfrutar de tiempo extra para mirar moscas o hurgarse la nariz".
Qué recuerdos...
Por el contrario, (y porque todo no van a ser enemigos a mi alrededor) uno
de mis mejores amigos en la actualidad (de hecho, me acompaña mientras escribo
estas humildes líneas) es mi maravilloso café torrefacto.
Siempre había admirado la imagen de escritor: bohemio, solitario, creativo
y creador, cuya única tarea aparente era la de fabricar un mundo a partir
de sus ideas o vivencias. Se sentaba frente al escritorio y comenzaba a teclear
frenéticamente las teclas de su máquina de escribir mientras salía humo de su
pipa, cigarro u orejas. Habitaciones lúgubres, poca vida social, poca vida
sentimental y por supuesto, sin mascotas, internet o televisión.
Como tantas y tantas cosas en la vida, eso sólo pasa en las películas. Lo juro.
La desidia, o el famoso arte de buscar excusas donde no las hay, es lo peor a lo que el
oficio de escritor está expuesto; ni siquiera la página en blanco supera a este
enemigo común de muchas de las tareas que requieren concentración exclusiva.
Un camino de estrellas
En los últimos días me debato entre el deber y el querer. La lucha está
siendo frenética porque el deber me roba tiempo para dedicarme a lo que quiero
y es por ello que estos dos últimos meses no he hecho lo que he querido
exactamente, sino lo que más falta me hacía. Esto tiene que ver con el punto
número 5 de la lista superior, Me debato entre rendirme a la realidad o luchar
por lo que realmente quiero.
Si algo se te da rematadamente bien pero no es seguro que ese algo siga
ascendiendo como hasta ahora, ¿Debo posicionarme pesimistamente en que es mejor
prevenir que curar? ¿Hasta qué punto es sensato perseguir los sueños? ¿Siempre?
¿Bajo cualquier pretexto?
¿Seguir el camino de estrellas hasta el infinito que nos merecemos, o
caminar la senda que supuestamente es más sensato caminar?
A veces debemos tomarnos en serio lo que nos gusta, imaginar que eso nos va
a mantener seguros o al menos sanos, cuerdos. Nuestra mente y cuerpo se revelan
cuando nos dedicamos a los que no nos gusta. Yo lo he notado este último mes.
Dejé de ser yo, de ilusionarme con mis pasatiempos para convertirme en alguien
a quien apenas reconocí al final del camino. Esta es la sociedad en la que
vivimos: debemos enterrar nuestras ambiciones e ilusiones, debemos
olvidarnos de soñar despiertos, de esperar lo impensable.
Yo soy un claro ejemplo de haber dejado de creer, o de ni tan siquiera
haber comenzado a hacerlo, y por supuesto, el universo me ha dado dos buenas
bofetadas. Me está demostrando que lo que hago, pese a no ser lo más lógico, lo
normal o lo que la gente espera, es lo que mejor que se me da. Me está
diciendo: Esto es lo tuyo ¿Acaso no lo ves?
"Confía en el tiempo, que suele dar dulces
salidas a muchas amargas dificultades"
— Miguel de
Cervantes Saavedra
Sí, soy escritora; de esto se puede vivir; puedes (DEBES) decir no a muchas
otras oportunidades que se te presenten si esas no te aportan lo que tú quieres
o necesitas, si esas oportunidades te van a sumir en la depresión. No
llames voluntad de adaptación a sencillamente acallar las
voces que te gritan que esta no eres tú, que estás aplazando aquello que es
más importante para ti, que no estás dedicándote a lo que realmente quieres.
Recuerda que no todos pueden elegir. Tú sí.
Puede que no sea la decisión más sensata a ojos de miles de personas, pero
este es mi camino de estrellas y lo voy a perseguir porque hacerlo me hace
feliz.
Después de toda esta chapa y en recompensa por haber leído hasta aquí,
quiero mostrarte el cartel de mi próximo bebé. Espero tenerlo
acabado para navidad. Si no es así, les permito lanzarme amenazas de todo tipo,
a poder ser, intimidantes. Que me acongojen porque si no, seguiré en la
desidia.
La vida de Alice podría resumirse en una sencilla frase: ojalá
tuviese/hubiese tenido el valor para hacerlo. Su vida ha sido una
sucesión de momentos que han pasado de largo por miedo a desviarse de lo que es
más lógico. Ahora y sin esperarlo, el destino -y su repentina
impulsividad- le dará de la noche a la mañana la mayor de las sorpresas. Se
verá obligada a elegir entre lo sensato y conocido, o lanzarse a la aventura de
una vida distinta por completo, a mil leguas de su dichosa zona
de confort.
¿Se detendrá y observará las señales, o pasará de largo?
Me muero por terminarlo; me
muero porque lo leáis.